25 de noviembre de 2010

Jinete de dragones (o teletransporte, unicornios y carnet de conducir)

Está claro, los fantásticos somos escapistas. Unos más y otros menos, pero tenemos ese anhelo por vivir en un mundo y una vida distinta a la que nos ha tocado, a ser posible una en la que no estén justo esas cosas de la realidad que nos molestan.



Bien, una de esas cosas era para mí, conducir, o los coches más bien.

Me he pasado la vida soñando con el teletransporte, quizás porque siempre he tenido gente y lugares importantes para mí fuera de mi alcance habitual.

Está claro, soy una fantasiosa y para mí un coche y una carretera desde siempre han sido lo menos creativo y fantasioso del mundo. Eran lo común, lo esperable, lo gris, el rito de paso a la edad adulta actual… y lo contemporáneo no tiene tanto gancho.

Quizás si el examen lo hiciera sobre un pergamino a la luz de velas en un edificio con rosetones góticos o si el profesor fuese un nigromante o si las clases se dieran en una nave steampunk la cosa cambiaría.  Pero el mundo real es más soso, qué le vamos a hacer.  Los fantasiosos vivimos así, con un pie en cada lado del espejo.  Y claro, preferimos montar dragones o unicornios, al menos en eso vemos algo interesante. Una verdadera experiencia.

Pero, ahora me pregunto algo. Pongamos un caso. Visualizad lo que os digo. Vivimos en una sociedad en la que montar dragones es lo habitual, lo “mainstream” y el rito de iniciación a la edad adulta consiste en sacar el permiso para viajar sobre un dragón. Bien. ¿Ahora qué?

Pues que ya me imagino frunciendo el labio y pensando: “Paso.  No me interesa. Prefiero ser un peatón. Claro… Si se pudiese conducir un objeto metálico que obedeciera a mi voluntad utilizando palancas y botones, y no un dragón malhumorado que huele a queso rancio y que vete a saber si un día se me rebela y decide que tengo pinta de ser un buen aperitivo.”

Puede ser.

En cualquier caso, ¿y el teletransporte? Mi querido teletrasporte… Veamos. Quizás se corra el riesgo de fragmentarse, como  en “Charlie y la fábrica de chocolate”. Entonces también preferiríamos esa fantasía inalcanzable de la seguridad del hipotético cubo metálico con ruedas y motor.

Así que en fin… Sólo queda pensar en Xayide y aprender a dominar esos monstruos metálicos llamados turismos (con o sin remolque ^^U), a fin de cuentas… “Todo lo vacío puede mi mente dominarlo.”

 



Imagen: Klimt
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